| Descripción |
Escena de carácter costumbrista protagonizada por un grupo de personajes situados en un espacio exterior o en lo que podría ser el interior de una covacha, con vano de arco de medio punto que se abre a un paisaje montañoso, con varias casas construidas en el cerro.
En el centro de la composición una pareja está interpretando un paso de baile bolero y tocando las castañuelas, ante la mirada de un reducido público, unos sentados y otros de pie, de frente algunos y otros de espaldas al espectador, como el majo vestido de verde que, sentado en una roca, está amenizando el baile con la música de su guitarra. Todos los personajes aparecen ataviados con el traje típico andaluz: pantalón ajustado, chaquetilla corta, chaleco, fajín, botas altas y sombrero calañés los hombres, y falda de volantes y mantón sobre los hombros ellas, en diversas combinaciones cromáticas. Las mujeres llevan el cabello recogido y adornado con flores y peinetas, mientras ellos lucen largas patillas, como es habitual en los tipos populares.
Se hace uso de un rico y alegre cromatismo, modelando las figuras con un trazo preciso, al tiempo que se emplean pinceladas sueltas para algunos detalles decorativos y sobre todo para el paisaje.
Esta pintura anónima es una buena muestra del costumbrismo, género que triunfó durante el Romanticismo, tanto en la pintura como en otras manifestaciones artísticas, centrándose en la representación de los tipos y usos populares, en una búsqueda de la identidad nacional. En concreto el costumbrismo andaluz, en el que esta obra se inserta, estuvo muy vinculado a la visión de los viajeros extranjeros, que será la que genere el mito romántico de España. En el arte dará lugar a imágenes amables y bastante estereotipadas, destinadas muchas veces a un mercado del arte para los extranjeros, aunque también tuvieron su demanda por parte de la burguesía española.
En este cuadro, lleno de expresividad y movimiento, se representa precisamente una de las temáticas propias del costumbrismo romántico, el baile bolero y la música popular. La Escuela Bolera surge a principios del siglo XIX por la codificación y derivación a danzas teatrales de ritmos y bailes populares, sobre todo andaluces, llegando a la Corte y poniéndose de moda. El bolero tuvo repercusión no sólo en España sino también a nivel internacional, escribiendo sobre él numerosos viajeros que vinieron a España, ya que era una danza que deslumbraba por su brillantez, su rica estética colorista y vital, y su belleza apegada al tipismo andaluz. Tuvo una gran trascendencia iconográfica y escenas de danzas boleras fueron representadas en grabados, dibujos, pinturas y también en esculturas, figuras de pequeño formato normalmente por parejas, tanto en porcelana como en barro, coincidiendo con la efervescencia del romanticismo balletístico, del que la danza bolera fue uno de los máximos protagonistas.
El pintor introduce al espectador en el ambiente que rodea la escena principal a través del fondo de paisaje, que podría representar las Cuevas de Sacromonte de Granada, lugar folclórico por excelencia, como tradicional arrabal de los gitanos granadinos, y visitado por numerosos extranjeros.
(Catalogación: Rebeca Benito Lope. 2024)
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